Los primeros documentos históricos sobre las Cinco Tierras se remontan al siglo XI. Primero surgieron Monterosso y Vernazza, mientras que los demás pueblos nacieron más tarde, bajo la hegemonía militar y política de Génova.
En el S. XVI, para contrastar los ataques de los turcos, los habitantes reforzaron las viejas fortificaciones y construyeron nuevas torres de defensa. A partir del Siglo XVII las Cinco Tierras conocieron un declive del que no se recuperaron hasta el siglo XIX, gracias a la construcción del Arsenal militar de La Spezia y a la realización de la línea ferroviaria entre Génova y La Spezia.
La vía férrea las hizo salir de su aislamiento, pero también las llevó a un abandono de las actividades tradicionales. La consecuencia fue un aumento de la pobreza, que empujó a muchas personas a la emigración al extranjero; al menos hasta los años Sesenta, cuando el desarrollo del turismo les devolvió el bienestar.
Los muros
El paisaje de las Cinco Tierras actualmente ha cambiado mucho con respecto al pasado. La trasformación, debida a la obra del hombre que en los siglos ha intentado aprovecharlo lo más posible, es evidente sobre todo en la colina: una tupida trama de terrazas en franjas, llamadas “ciàn”, interrumpen las fuertes pendencias.
Pisos sostenidos por muros de piedra, sobre los cuales surgen huertos, viñas, escalinatas, caseríos y caminos de herradura. Una gran obra de ingeniería ambiental: 4.200 metros cúbicos de murallas– que miden aproximadamente dos metros de altura – por hectárea, por un total de 8.400.000 metros cúbicos; 3.163 metros lineales de murallas por hectárea, por un total de 6.729 km de murallas, superior al radio de la Tierra.
Gracias a la buena posición del territorio, soleado y reparado de los vientos del norte, los “ciàn” desde siempre han sido cultivados sobre todo de vides y olivos, produciendo aceites y vinos de gran calidad.
Las actividades
Si hoy en día el turismo es el lema número uno de la economía de la zona, en el pasado, por el contrario, lo constituían la pesca y la agricultura, desde siempre la principal vocación de los habitantes de la Ribera.
De hecho, todavía hoy los pocos agricultores que quedan prefieren cultivar la vid, de la cual se obtienen vinos de gran calidad; el olivo, de donde nace un óptimo aceite; y los limones, cultivados dentro de los huertos y de los jardines. Los pescadores profesionales, por el contrario, han desaparecido casi totalmente, también a causa de normas y de leyes cada vez más restrictivas.
Si en el S. XVI en Monterosso se practicaba incluso la almadraba, actualmente son muy pocos los barcos que se pueden ver en el horizonte y las mujeres que en las callejuelas (“carugi”) llevan sobre la cabeza pesadas cajas de pescado. Sólo resiste la pesca de las anchoas de Monterosso, de un inconfundible color gris brillante y con una carne de óptima calidad.